Basta de confiar mis relatos a mi vil memoria, de ahora en adelante se los confiaré a ustedes (porque alguien me está leyendo, ¿no?).

domingo, 25 de diciembre de 2011

Luz

La inmensidad de aquella noche oculta
Oculta el viento, oculta la bruma,
Y cubre tras el velo de la espuma
El fulgor de la iluminada ruta.

Sus ojos no nos ven desvanecernos
Tras el suelo del sendero alumbrado,
Mientras andamos ambos de la mano
Esos ojos rehúsan conocernos.

¿Acaso conocen ellos la lumbre
De tu voz por mi voz enardecida,
La calidez de las manos asidas,
La inquieta agitación de la mansedumbre?

¿Conocen el amor que compartimos
Al besar bajo el muérdago de luna
Unos dulces labios sin prisa alguna,
Como únicos testigos los racimos?

¿Conocen como suena en el oído
El rápido latir de un viril pecho,
Y cómo un manto de astros como techo
Cubre a los que se aman en un vahido?

No, porque, ¿cómo van a conocerlo
Si ellos ni siquiera alzan la mirada,
Si no tienen en cuenta la enramada
Que sus cabezas ata con el suelo?

Ellos no ven siquiera las raíces
Del árbol de cuyas frondosas ramas
Hemos construido las firmes camas
Que contienen el sueño en sus matices.

¿Y qué importa que no lo vean ellos
Si además de verlo ambos lo vivimos
Si el amor nos une en sus racimos
Y aquel beso nos une en sus destellos?

La inmensidad de tus hombros me abriga,
No, ya no le temo a todo lo incierto,
No, ni al rumor vivo, ni al chime muerto
Porque me conforta tu mano amiga.

Creamos luz en el suelo andando
Las estrellas reflejan nuestros pasos.
Con cada uno de los sutiles trazos,
Juntos aprendemos a amar amando.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Jinete onírico



A aquél con quien me une la distancia


Y así se fueron nuestras noches,
perdidas en tu amplio dorado de carne impúdica,
las consumieron nuestros besos,
las capturaron nuestros versos,
danzando en la templanza de tus estremecimientos.

Me embriagué con tu alta fragancia,
más alta que el cielo y los altares, y del cáliz
probé el dulzor de tu sonrisa
y del grial probé tu risa
y naufragué en cada una de tus inquietas islas.

La distancia de nuestros cuerpos
unió nuestras voces temblorosas y asustadas
en un racimo de jacintos,
y ya hoy no nos es distinto
una caricia y una breve palabra afable.

Te amo y amo a aquellas noches,
reconociendo en ellas tu presencia absurda
de abstracto jinete de ensueño
que aún cabalga en lo estrecho
De mi vaga y a veces breve inexistencia.

Te amo en la distancia y a destiempo,
en cada una de tus encarnaciones,
en la fría brisa de la mañana,
en el sol que besa la piel y crea visiones,
en las ondulaciones de la mar,
en el sonido del silencio,
en la calma de lo inquieto,
en las alas de los aviones
como el que de mí te alejó,
convirtiéndote sólo en canciones.

Algunas cosas son reflejo tuyo
pero eres tú reflejo de muchas otras,
del trino del ave enternecido,
del frío de las noches aquellas 
de lo que nunca será y lo que pudo haber sido.

Jinete de las aguas de la inconsciencia,
te amo en la distancia y a destiempo.