Basta de confiar mis relatos a mi vil memoria, de ahora en adelante se los confiaré a ustedes (porque alguien me está leyendo, ¿no?).

miércoles, 26 de octubre de 2011

Felicidad

Ya se ha alejado. Se habrá llevado su abrigo rojo y su olor a manzanilla. Habrá empacado su vestido y arrastrado su maleta hacia la puerta frontal donde algún familiar que hubiera acudido a su desesperado llamado la esperaría. Quizás las lágrimas caen copiosamente sobre sus mejillas, quizás su semblante refleja el mismo enfado de hace unos minutos. ¿Qué importa ahora? Se ha marchado, decidida con su obstinación característica a no regresar.

Su aroma matinal se me hará tan distante, aquél con el cual deleitaba mi olfato al enterrar mi rostro en la curva de su cuello. Su cabello ya no se enmarañará entre mis dedos ni sus labios se enredaran con los míos. Se llevó sus rizos. Se llevó sus besos. No incitaré su risa en las tardes ni consolaré su llanto en las noches. No envolveré mis brazos fornidos sobre los suyos delicados. Se los llevó y los ondea con un viento lejano. ¿Se habrá detenido a extrañarme? ¿Se habrá arrepentido de su determinación? ¿Ansiará retornar pero se sentirá impedida por su orgullo? ¿Qué importa ahora? Se ha ido, y estoy seguro de que no va a regresar.

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